Disfrutando [Libre]

Llegué hasta el bar enseguida. Aparqué el coche y lo cerré. Era mío y no pensaba consentir que ningún sucio humano o cualquier otro tipo de monstruo lo tocase. Y más valdría que nadie lo ensuciase.

Entré en el establecimiento, con postura de altanería y algo de chulería. Me senté en la barra y pedí un vaso de vino. El color de la bebida me recordaba demasiado a mi comida favorita, o mejor dicho, la única que podía tomar, por lo que se había acabado convirtiendo en mi sabor preferido, después de otro fundamental.

Me sorprendí cuando el chico sentado a mi lado me preguntó si iba al instituto. Mi primera reacción hubiese sido algo parecido a "¿y a ti qué te importa?". Y así lo fue, aunque con palabras más suaves. El vino me dejaba contenta.

- No veo porqué puede llegar a interesarte algo así -repliqué, borde.

Empecé a observarle más detenidamente. Era guapo, seguramente el típico chico modelo del instituto por el que todas las chicas están coladas. No veía ninguna forma de sacar probecho de hacerme su amiga. Aún así, el dulce aroma y sabor del vino me hizo volver a ser más humana que de costumbre. Más social.

- Aunque sí, da la casualidad de que voy a 2º curso.

Que gran desgracia, pensé sarcásticamente cuando oí su comentario.

- Soy Alex -contesté, bebiendo un sorbito más de vino e ignorando su mano. Puaj, mano de humano. ¿Debía responderle que también era un placer conocerle a él? Mentir sin recibir nada a cambio era una tontería, por lo que callé, sin contemplaciones.

No me extraña, seguro que andaba detrás de las chicas populares... Todos eran iguales. Y tampoco me importaba si ese hubiese sido o no diferente. Nunca me había sentido atraída por los chicos (o chicas), como hicieron algunas de mis amigas en mi anterior vida. Porque era consciente de que ahora no tenía ninguna. Tampoco es que lo necesitase.

- Sólo he ido al primer discurso de inaguración desde que estoy en el instituto. Además, suelo faltar a veces -dije, para mostrarme más abierta.

Tampoco es que me acomodase el silencio. Pero siempre era bueno darle una buena impresión a los demás, por mucho que no te otorgase ningún beneficio. Las reglas más básicas de todo jugador es no mostrar todas sus cartas desde el principio del juego. En el nuestro, yo era la cazadora y él, mi presa. Le consideraba tan obviamente humano que no desperdicié el tiempo en usar mi don en él.

- Tampoco es que yo te haya visto a ti alguna vez, lo puedo asegurar -ataqué, para ver cual sería su reacción.

Lo sabía, pensé maliciosamente. No había que ser muy espabilada para darse cuenta de que era el típico chico popular de instituto al que tiene a todas las chicas rendidas a sus pies. Que creído que se lo tenía.

- ¿De veras? Da la casualidad de que yo no -repliqué, mientras contenía una sonrisa traviesa que había estado a punto de cruzar mi rostro-. Y dudo mucho de que no haya nadie más aparte de mí. Las personas tienen más cosas más importantes que hacer antes que conocerte a ti nada más pisar el instituto. Muy grande, cabe decir también que es. ¿O no crees en mis palabras?

No me contuve y solté una carcajada maliciosa. Dejar en ridículo a la gente me encantaba. Tal vez fuese porque, en el fondo, sentía envidia de su humanidad, algo ya privado para mí. Aunque, ¿qué importaba? Era sumamente divertido.

- Vaya, tienes más luces de las que aparentas. Por muy chulo que te pongas, no lograrás que caiga rendida a tus pies -estuve a punto de hacer un cómico gesto de desmayo, sin embargo, si le cabreaba tan pronto, de seguro que no sería tan divertido. Mis ojos brillaron durante escasos segundos, con un nuevo juego en mente-. Demuéstramelo. No creo nada que no hayan visto estos ojos-

Reí sonoramente, sin contenerme ni un ápice. Vaya, el niño había salido egocéntrico...

- Buena respuesta. ¿Para qué intentar que caiga yo, una chica normal, cuando puedes conseguir a cualquier tía popular del instituto? Vaya, vaya... Luego volverás a defender que no eres un niño popular engreído, ¿no?

Debía reconocer que estaba durando. Normalmente, los demás solían cabrearse por mis comentarios mucho antes.

Volví a reír, descaradamente. De nuevo, parecía no hablar con el típico muchacho popular. Aunque a la vez, sí, ¿qué me decía a mí que esos pensamientos no eran típicos del lugar? ¿O qué solo intentaba hacerse el interesante? No solía husmear en la mente de cualquiera. Luego tenía pesadillas.

- Ya, claro, niñas consentidas -repetí. Para mí, allí había alguien más con esa actitud-. Sigo pensando que tú encajas en esa misma descripción, muchacho.

- Todos piensan lo mismo. Siento tener que sacarte de esa burbuja de fantasía, pero no eres diferente -repliqué, con una sonrisa maliciosa y acentuando la negativa.

Aquello de que yo no era igual que otras chicas ni me molestó ni me gustó. Era, en cierto modo, diferente pero, ¿acaso no había sido alguna vez una patética humana?

- ¿Y qué entiendes tú por normal, entonces?

En cuanto llegó la siguiente invitada, mi buen humor no se esfumó, pero supe que había acabado la fiesta. El propio muchacho contradecía sus palabras. Decía ser diferente, que la gente normal era la inocente y con aquellos que puedes jugar. Eso no era un pensamiento muy original. Muchos chicos populares podían pensarlo igualmente.

Y luego, el trato con la chica. Seguramente la habría echado el ojo, se la ligaría, saldría con ella y luego se cansaría. Que final más feliz. Típico, cabía decir. Cuando empecé a ver su trato referente y meloso, me dieron nauseas. Me levanté de la silla, acabándome el resto de la copa.

- Me gustaría decir que fue un placer... -Me encogí de hombros, dando a entender el resto de la frase-. Adiós.

Sin esperar a su respuesta, me di la vuelta y salí de la taberna, directa a mi coche.